EL RÍO

El cauce del río, deshabitado,
una fuente de agua cristalina.
Aquel pequeño valle
vestido de blanco y estrellado
que al darle la luz brilla.

Rocas blancas
cubiertas de escarcha,
mendigando un rayo de sol
que las derrita.
Piedras, piedras
grandes y pequeñas,
colgadas del barranco
o firmes en la piedra.

El olor a húmedo
que desprenden
esas sombras eternas,
se mezcla con los pinos
que pueblan la ladera
y hacen que te llegue
un aroma casi, casi de iglesia.

 

                      Carlos Vargas